La presa del embalse de
Kajovka, en el sur de Ucrania, ha sido destruida. No se puede restaurar. Esa
fue la triste conclusión alcanzada por la empresa estatal ucraniana Ukrhydroenergo.
Kiev acusa de la voladura al Ejército ruso, que lleva controlando la estación
desde febrero del año pasado, y que habría dejado 80 pueblos anegados y a más
de 17,000 vecinos desplazados.
Según el representante de la
inteligencia ucraniana, Andriy Yusov, tienen pruebas del movimiento de equipos
y explosivos, y serios indicios de que el Ejército del Kremlin organizó a
distancia la detonación de la central hidroeléctrica de madrugada. Pero los
rusos niegan de forma tajante estar detrás. El portavoz de la presidencia rusa,
Dmitri Peskov, calificó la destrucción de la central de distracción deliberada
de Kiev por la falta de éxito de la ofensiva. Cruce de acusaciones al margen,
lo cierto es que Ucrania despertó en medio de una de sus peores pesadillas.
El daño infligido es
irreparable. El agua es uno de los actores clave y el arma más poderosa de esta
guerra, aunque parece pasar desapercibido. La importancia de este factor a lo
largo de la invasión lo intuían los habitantes del sur del país. Mientras el
verano pasado subía la temperatura, los habitantes de la ciudad de Mykolaiv
pasaban horas en las colas para coger agua y llevarla a casa. La escasez del
agua junto a los bombardeos desde la región de Jersón en aquel momento,
controlada aún por los rusos, es algo que llevaba al agotamiento de la
población civil en la ciudadela del sur.
En cuanto al Ejército ruso,
la amenaza de inundación junto con el chantaje nuclear en la estación de
Zaporiyia ha sido una de las tácticas utilizadas desde el principio de la
invasión a gran escala.
Ninguno de los episodios
vividos con la magnitud de lo ocurrido a raíz de la voladura, el nivel del agua
está subiendo y se convierte en un arma de destrucción masiva para las 80
poblaciones que están en peligro, unas 17,000 personas de la orilla derecha de
la región de Jersón que se encuentran en el epicentro mismo de la tragedia,
sobre la zona crítica, según los datos de la administración local.
Las consecuencias son
horribles. El flujo masivo del agua lo arrasa todo y tendremos que restaurar el
ecosistema.
Los científicos dicen que el
asunto es grave y sobrepasa el contexto militar. Misha Nabokin, especialista e
investigador de los sistemas ecológicos y aguas del país, que hace dos semanas
se unió a las fuerzas armadas de Ucrania, dice que no sabe ni por dónde empezar
a contestar. "Las consecuencias son horribles. El flujo masivo del agua lo
arrasa todo y tendremos que restaurar el ecosistema. Además, sube el nivel de
polución del agua: el nivel de los fosfatos y nitratos, que se lleva del
suelo".
La escasez del agua potable
en la región del sur, los efectos para la agricultura, la imposibilidad de
regar los campos son solo algunas de las consecuencias que tendrá la voladura.
Mientras, el nivel del agua sigue creciendo, por lo que incluso si Ucrania
lograra vencer en una contraofensiva y recobrar el territorio perdido, la
recuperación ante año y medio de destrucción llevará decenas de años.