Pareciera que el actual gobierno aún está temeroso de presionar el botón de arranque de su maquinaria ejecutiva, pero tiene que desbloquearse para terminar con la tolerancia, la corrupción, la inseguridad e injusticias, que en lugar de disminuir se han incrementado en los últimos días.
El Gobierno de la República, si no quiere caer en la desesperación o en la trampa de sus adversarios, tiene que trabajar juntamente con el pueblo y olvidarse de los expertos que muchas veces solo ven micos aparejados; ven propiedades tóxicas contra la soberanía y la democracia, más que para sostener la corrupción.
Si el pueblo y el gobierno se cruzan de brazos, esperando que la justicia haga justicia y se restauren todos los mecanismos de gobierno naturalmente, no podrán acabar con el estado de anomalías actuales. La concentración de perjuicios no va a disminuir; al contrario, continuarán las malévolas intenciones de quienes no quieren una Guatemala en paz y en armonía.
Algunos observadores dicen que nada o muy poco se ha avanzado, y en medio de esperanzas, el veneno de la corrupción crece y el daño aumenta con: malas carreteras, mala educación y poca atención a la salud, falta de seguridad, y mientras tanto, probablemente en cuatro años solo logró depurar más o menos el funcionamiento del equipo principal, pero nunca pudo llevar la planta de producción del gobierno a su capacidad máxima.
Por eso, con toda certeza podemos afirmar que lo que hace falta para una correcta gobernanza es un diálogo entre pueblo y gobierno, y ello encaminará a la acción, ahora que todavía están dispuestos a empatar decisiones calientes con mucho entusiasmo.
Nunca es tarde para hablar y hacer de Guatemala una nación próspera en bien de las grandes mayorías y de las generaciones venideras. Pueblo y gobierno, a trabajar.
