No se puede permitir, ni aquí ni en
ningún municipio de la República de Guatemala, que funcionarios ediles estén
haciendo de las suyas en las municipalidades donde fueron electos o llegaron a
sentarse en la silla comunal en forma fraudulenta, como lo han hecho algunos
malos alcaldes.
Por qué sucede esto, si el Código
Municipal (Decreto número 12-2002) otorga un régimen autónomo para la administración
local, bajo una democracia participativa, educada y libre en la toma de
decisiones para los problemas locales, lo cual no significa que sean
extraterritoriales.
Lo que otorga la autonomía para la
modernización constante y descentralización, es que se tengan reglas claras. El
artículo 2 establece: “El municipio es
la unidad básica de la organización territorial del Estado y espacio inmediato
de participación ciudadana en los asuntos públicos”. El artículo 5 enfatiza en
la participación comunitaria respetando las leyes.
Es crucial este marco legal, porque
fomenta una participación ciudadana auténtica. Con respeto y argumentos basados
en información científica y tecnológica actualizada, los gobiernos municipales
pueden cumplir con su mandato. Pero es desolador admitirlo, por el nivel
educativo y la capacidad de los alcaldes que son, en su mayoría, alarmantemente
precarios.
Para empeorar las cosas, aunque el marco
legal existe, no se cumple plenamente. La impunidad ha descendido desde el
Gobierno Central hacia las municipalidades, y viceversa, como un fluido negativo,
evidenciado en la patética “elección” de gobernadores, un proceso plagado de
corrupción y desvergüenza en ambas direcciones.
Ante esta deplorable situación nacional,
podemos afirmar, con certeza, que no está ocurriendo en algunos aspectos con el
alcalde de San Juan Sacatepéquez, Juan Carlos Pellecer Agustín, ciudadano
nacido en un caserío de la Tierra de las Flores, y por eso conoce perfectamente
las necesidades de cada una de las aldeas de este municipio, que es de los más
grandes del Departamento de Guatemala.
Lo hemos visto
trabajar incansablemente en los caseríos, que por muchos años fueron olvidados
por administraciones municipales pasadas. Claro, ya son historia, pero no
dejaron nada bueno a su pueblo; nunca pensaron en el bienestar de sus hijos,
mucho menos de sus nietos, quienes son los que ahora sufren las consecuencias
de falta de caminos, agua potable y otros servicios.
Precisamente el
sábado 6 del presente mes, a las 14 horas, el alcalde Pellecer Agustín llegó a
supervisar los trabajos de perforación de un pozo para extraer agua y ser
distribuida en un sector de Santa Fe Ocaña, pero fue recibido por algunos
alcaldes auxiliares de la comunidad, supuestamente en estado de ebriedad,
quienes no lo dejaban pasar, juntamente con otros vecinos.
Lo lamentable es que
el jefe edil, quien decidió bajar de su vehículo y caminar, fue objeto de un
atentado contra su integridad física; le lanzaron una piedra por la espalda que
hizo blanco cerca de su oreja izquierda, situación que no lo acobardó, y sin
dar marcha atrás dijo, “seguiré
trabajando con el pueblo que quiere el desarrollo y el progreso”.