El papa Francisco, de alta médica tras 38 días en el hospital. “¡Gracias a todos!”, son las palabras del Pontífice al asomarse a la ventana del Policlínico Gemelli de Roma para saludar a los fieles que lo esperaban con gran emoción, y que durante todo el tiempo de hospitalización era manifestada con oraciones por su salud.
Mientras, en la Plaza de San Pedro, una
gran emoción se vivió con las imágenes de su santidad que se veían en las maxipantallas.
Se escuchaban los testimonios de laicos, religiosos, peregrinos jubilares y la
emoción de quienes esperaban y rezaban para que el pontífice volviera pronto a
casa.
Muchos ceden a la emoción y lloran;
cientos levantan sus teléfonos móviles para grabar las imágenes de vídeo, un
incontenible despliegue mediático, en la explosión de felicidad que ha madurado
a lo largo de 38 días de espera y esperanza.
Aunque sea a través de las pantallas gigantes de la Plaza de San Pedro, pero, el papa está ahí. Cuando las pantallas empezaron a retransmitir lo que sucedía en la plaza del Policlínico Gemelli, poco a poco los fieles fueron congregándose donde podían ver y, por tanto, sentir más cerca al líder católico. Muchos habían esperado hasta el final que, en lugar de asomarse al balcón de un hospital, Francisco se asomara a la penúltima ventana de la tercera planta del Palacio Apostólico, para celebrar la plena vuelta a la normalidad. Aunque eso llevará tiempo, la ocasión sigue siendo propicia para disfrutar del momento presente, el de un pontífice en recuperación, saludando y bendiciendo a los fieles, y a punto de regresar a la Casa Santa Marta.
“Hoy se hace realidad un deseo que
llevábamos en el corazón desde hace tiempo”, confiesa el padre Natale Centineo,
que ha venido en peregrinación desde Partinico, en la provincia de Palermo, en
Sicilia: “Hemos temido mucho por la salud del papa; hemos rezado sin cesar,
hemos organizado vigilias, celebraciones eucarísticas y momentos de adoración.
El Señor, continuó, ha escuchado verdaderamente el grito de la Iglesia
universal, que se ha unido desde todos los rincones del mundo para pedir juntos
su curación”. Y ahora, este domingo vivido con 'una inmensa alegría en el
corazón', concluye el sacerdote siciliano, hace que el Día del Señor sea
'particularmente especial, con una espera que finalmente se cumple'.
Francesco Pozzuoli, líder scout de 46
años, acompaña a un numeroso grupo de chicos de Caserta: “Echamos de menos la
aparición del papa desde la ventana, pero estamos llenos de alegría al saber
que hoy por fin recibe el alta hospitalaria. El papa Francisco es único e
irrepetible. Estamos rebosantes de alegría y esperamos con el corazón lleno de
esperanza que vuelva a casa y se asome de nuevo entre nosotros”.
Sor Annalisa Colli, de las Franciscanas
Mínimas del Sagrado Corazón, habló de un “día extraordinario”, rodeada de sus
hermanas de todo el mundo, todas conmovidas por Francisco: “Lo acompañamos con
la oración, como la inmensa mayoría de la cristiandad del mundo. Es una emoción
profunda, una alegría inmensa y también una sorpresa. El Espíritu Santo siempre
sabe regalarnos estas maravillas, y la imagen de hoy permanecerá en nuestros
corazones”. En un diálogo ideal con el santo padre, Sor Annalisa le dio las
gracias “por su magisterio siempre lleno de luz. Cada día nos impulsa a vivir
con más amor y compromiso, gracias a todo lo que nos transmite con sus palabras
y su ejemplo”. Angela Celozzi, de Turín, declara que “es maravilloso ver al papa
Francisco vivo” y promete “seguir rezando por su salud, porque no se puede
perder al papa Francisco. No, no se puede. Es demasiado importante para todos
nosotros”.
Las grandes pantallas se apagan, sobre
un fondo oscuro se anuncia el Rosario vespertino, que tendrá lugar hoy como
todas las tardes desde el 24 de febrero. La multitud se dispersa lentamente.
Los periodistas se apresuran, se espera al papa Francisco en el Vaticano, para
su regreso a casa. Tras una breve espera debido a una parada no programada ante
la basílica de Santa María la Mayor, el Fiat 500 L blanco se asoma por la
entrada del Perugino. Su santidad se sienta en la parte delantera, claramente
visible cuando el coche se detiene a mitad de la Vía de la Estación Vaticana: algunos
habitantes de los edificios de enfrente han salido a la calle para decirle “bienvenido”
a Francisco.
“Era lo menos que podíamos hacer; le
hemos echado mucho de menos estos días”, dice Stefania, con su perro blanco
atado a una correa. La mujer está convencida de que “el mundo necesita un papa
así. Es una persona especial”. Ahora que su convalecencia está prevista en
Santa Marta, el deseo de la “vecina” Stefania es que “todo el mundo siga
rezando para que se recupere lo mejor posible, lo antes posible”.