EDITORIAL 129
¿Será que los guatemaltecos no podemos inventar una
forma propia de gobierno?
Siempre que pensamos en el
Congreso de la República vemos que cada cuatro años llegan al Parlamento nuevos
diputados, aunque quedan algunos que se han eternizado en sus curules, pero
ninguno presenta iniciativas que de veras generen cambios en nuestro sistema de
gobierno, mucho menos iniciativas de ley que favorezcan a la mayoría de los
guatemaltecos desposeídos.
Por ejemplo, podemos calificar el
2015 como el año más improductivo en el Poder Legislativo. Fueron contadas las
leyes aprobadas; creemos, por una sencilla razón, la falta de responsabilidad
de los parlamentarios, la poca práctica para la elaboración de proyectos de
leyes, el poco o casi nulo conocimiento de la problemática del país y, sobre
todo, una visión de solo ir al Congreso a llenarse de plata.
Entonces, con diputados así, cómo
podemos cambiar Guatemala, cuando en sus manos está la preparación, promoción,
discusión y promulgación de nuevas leyes que, de acuerdo con la Constitución
Política se tienen que decretar, fundamentalmente pensando en la relación
armoniosa de los habitantes y el Estado de bienestar de todos los
guatemaltecos.
Incluso en las recientes acciones
del Legislativo es notorio que lo que allí prevalece es la corruptela:
diputados que manejan un número determinado de plazas, incluso algunos que
tienen a sus hijos como empleados del Congreso, situación que ha sido
denunciada por el propio presidente del Parlamento, Mario Taracena, quien
aparentemente se está lavando la cara después de permanecer allí durante varios
períodos legislativos.
Otro ejemplo de que no se están
haciendo las cosas como debe ser, es precisamente la reciente aprobación de las
reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, donde se planteaba la no
reelección de diputados, y quedó que se pueden reelegir las veces que quieran,
sigue siendo un negocio. Igual con el transfuguismo, no pasó nada, otro trinquetazo político, durante los tres
primeros años de su gestión el diputado no puede cambiarse de partido político,
pero el cuarto y último pueden hacer lo que quieran. No pasó nada; el
transfuguismo quedó igual, o mejor, para los políticos, porque precisamente el
cuarto año es electoral y todos irán a la reelección solo que con distintos
partidos políticos.
Solo estos ejemplos nos hacen ver que los diputados no tienen capacidad de pensar, analizar, mucho menos de proponer; nos damos cuenta de que solamente piensan en sus intereses particulares, de partido y personales, nunca en el interés general del pueblo. De esa cuenta, también pusieron dentro de las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos que la presidencia del Tribunal Supremo Electoral sea rotativa durante el período para el que fueron electos, situación que es nefasta para esa institución, por todo lo que conlleva un cambio de presidente cada año. Solo veamos lo que está sucediendo en el Organismo Judicial, que ahora es señalado.