Por: Redacción/laPrensa.
El
Cementerio General del pueblo de San Juan Sacatepéquez es una de las
instituciones municipales que en la mudez de la vida es el testigo final y silencioso
que guarda los orígenes del pueblo.
En
un principio los cementerios estaban alrededor del templo; esa fue una
costumbre colonial, y la misma iglesia llevaba los registros de defunciones de
los pobladores, lo cual está demostrado en los archivos parroquiales con el
libro 1 de defunciones de fecha 1717. Al inicio todos los fieles católicos eran
enterrados alrededor de la iglesia, y los sacerdotes, en las catacumbas o en
las paredes del templo, tal es el descubrimiento que se hizo de una osamenta en
1991 en el templo de Santo Domingo Xenacoj.
Cuando
se construyó el templo de San Juan, aún recuerdo que en el sitio donde está
ahora el campanario se encontraron huesos y tumbas que a uno de niño le daba
mucho miedo, y se notaban claramente los huesos, cráneos, ropa, y tumbas. Todo
ello dicen que se volvió a enterrar en un gran agujero que se hizo en el centro
del templo.
Durante
la época liberal en Guatemala, que dio inicio con Justo Rufino Barrios, los
cementerios fueron trasladados bajo la responsabilidad municipal. Primero, por
quitarle poder a la Iglesia, y segundo, porque representaba un lucro para la
misma municipalidad. Por ello, en el período liberal en la historia de
Guatemala se funda el Cementerio General de San Juan Sacatepéquez, en 1883, y
se empieza a llevar registro de defunciones en las oficinas del
mismo.
Este
campo santo fue fundado pocos años después del Cementerio General de la ciudad
capital de Guatemala, y su ubicación geográfica está, por razones teológicas,
frente al templo donde muere todo ante Dios.
Del
primer libro de defunciones de fecha 1919 se han perdido varías páginas; es más,
solo hay algunos folios como testigos del documento que existió, aunque
posiblemente no era este el primer libro. Lo cierto de todo es que la primera
acta asentada aparece con el número 353, de fecha 22 de abril, el cual
literalmente dice lo siguiente:
“El 22 de abril falleció de
fiebre BERNARDINO SUYUJ ignorándose el nombre de sus padres.[1] Firmando el
acta MANUEL MARIA L. Y aparece el sello municipal con el nombre de ARMANDO
VELIZ SARABIA secretario municipal.
En
1926 ya aparecen libros y registros completos. Escritas como Dios les ayudaba, en
la entrada del Cementerio General se encuentran varias frases que lo hacen
a uno pensar y levantar la esperanza cuando ingresa acompañando a un ser
querido en su última morada. Tal es el caso de las siguientes frases: “La majestad se encuentra en el
umbral de esta fúnebre morada, contemplar un instante el Cementerio es ver al
mundo convertido en nada”.
En
la entrada principal hay una cruz, la cual contiene la siguiente plaqueta: “Cuando creas que todo ha terminado piensa que siempre habrá un
mañana lleno de esperanza. San Juan Sac. 2003”.
Hay una Mujer que tiene algo de
Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud
de su cuidado”. Ramón Ángel Jara Obispo de Chile y canónico argentino. San Juan
Sac. 1962
Esta
plaqueta llama mucho la atención, colocada en 1962, porque se cita la frase de
un obispo chileno y se habla de una mujer. Es una cruz antigua que da la
bienvenida en la parte izquierda de la entrada principal, del lado de la
capilla del cementerio.
En
la capilla, muy venerada por toda la feligresía sanjuanera, se encuentra el
crucifijo llamado SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS, porque
es el que le da el último adiós a todos los difuntos en este lugar. Esta imagen
es antigua, pero es nueva de estar en este sitio, porque hace muchos años se
robaron la anterior, que tenía unas imágenes pequeñas de las ánimas.
Una vista general al cementerio.
En su interior hay de todo. Cada familia tiene su particularidad de decirle el último
adiós a su ser querido. Hay tumbas y mausoleos o nichos, como se les conoce, de
distintos tamaños y diseños, blanco y de colores, gris, o marfil, que son los
colores autorizados por la municipalidad. En el cementerio se encuentran
enterrados los restos de los orígenes del pueblo de San Juan Sacatepéquez,
entre quienes destacan los que fueron víctimas del terremoto del 4 de febrero
de 1976, un militar a quien no se le abrió su paracaídas, el presbítero Flavio
Augusto Herrera, párroco de San Juan a finales de la década de los 60.
Tiene
muy bien organizadas sus calles y la ornamentación. Realmente ya son muy pocos
los que entierran en el suelo, y la mayor parte de aldeas ya tienen cementerio
propio para evitar que caminen bastante y pueda así descentralizarse el
servicio del cementerio. Fuente: libro Breve
Historia de la Villa de San Juan
Sacatepéquez, del autor P. Juan Manuel Larios S.D.