Por: Dr. Mario Armando Cabrera Márquez
En coloquio con nuestro
respetado director comentábamos sobre la fortaleza de nuestra Constitución, que
ha resistido tantas embestidas, fundándose en la fortaleza de su estructura
filosófica y que, asimismo, ha enfrentado duros golpes, incluido el
“Serranazo”.
Empero, debemos
reconocer que nuestro Estado es débil, como la mayoría, como demuestra la pandemia,
que los pone en evidencia, pues, pese a
que hay normativas cumplibles, persiste la precariedad en educación y salud, y
su fragilidad mata más que la pandemia.
Como afirma el
distinguido columnista Mario Antonio Sandoval (Prensa Libre, 30 de junio de 2021);
“Tal vez la peor realidad en países como el nuestro es la falta absoluta de
educación, el analfabetismo cultural y educativo, desafortunadamente instalado
en todos los estratos sociales y afianzado ahora en los poderes del Estado”.
Es pertinente subrayar
que en cuanto a la precariedad educativa resalta nuestro analfabetismo natural,
que llora sangre, y el analfabetismo funcional, como estigma de nuestros
padecimientos.
Dentro de esa reflexión, nuestra impotencia institucional evidencia que el Estado, mediante sus organismos, es incapaz, por diferentes razones, de cumplir nuestra Constitución Política, en las áreas de salud y educación, especialmente, pese a que ella ordena, en partes conducentes, su Artículo 51, que garantiza a los guatemaltecos su derecho a la alimentación, salud, educación, seguridad y previsión social. ¡Quien tenga oídos, que oiga!