Por Pedro Santander
Las grandes compañías tecnológicas están
en una carrera frenética por lograr el mejor modelo, ya que en buena parte su
futuro financiero y sus posiciones de mercado (y de poder) dependen de ello.
Un chat GPT es un chat en línea que
utiliza un algoritmo de inteligencia artificial llamado Transformer para
procesar y generar respuestas del chat en tiempo real. El GPT (generative pre-trained
transformer) puede generar respuestas coherentes y relevantes al procesar el
lenguaje natural en un chat. 20/06/2023
La aparición de los sistemas generadores
de textos, conocidos como GPT, tienen a millones de usuarios a lo largo del
mundo entusiasmados con sus potencialidades y servicios, a las grandes
compañías tecnológicas sumidas en una suerte de carrera armamentística y a
buena parte el campo científico debatiendo acerca de los peligros y riesgos que
este salto en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) puede significar
para la humanidad.
Chat GPT, por ejemplo, uno de los
productos más famosos, consiguió la cifra de 10 millones de usuarios activos
cada día en su primer mes, rompiendo el récord de la tecnología más rápidamente
adoptada en la historia. A su vez, las grandes compañías tecnológicas están en
una carrera frenética por lograr el mejor modelo, ya que en buena parte su
futuro financiero y sus posiciones de mercado (y de poder) dependen de ello.
Google, por ejemplo, ve muy cerca la
amenaza que los humanos le empecemos a hacer menos preguntas a su clásico
buscador y prefiramos hacérselas a estos nuevos sistemas de inteligencia generativa
(IG) que generan textos inéditos ante preguntas específicas, cualquiera que estas
sean.
Menos publicitada es la discusión que
está ocurriendo en un plano, digamos, más filosófico en la comunidad científica
y política en torno a las consecuencias que este evidente salto en la IA puede
tener para la humanidad. Supimos en marzo, por ejemplo, de una carta –breve pero
contundente– de cientos de expertos mundiales pidiendo detener las pruebas de
IA. El mismo Henry Kissinger –un hombre involucrado en cambiar trágicamente el
destino de países como el nuestro (Chile)– señaló preocupado que se están
cambiando las reglas de juego a escala mundial y hasta “el sentido mismo de la
realidad”.
Bill Gates, a su vez, se pregunta
“¿podrá una máquina decidir que los humanos somos una amenaza y concluir que su
interés es diferente al nuestro, o, simplemente, dejar de preocuparse por nosotros?”.
Es “posible”, se responde Gates a sí mismo, “la posibilidad de que la IA se
descontrole existe” y agrega que la “IA fuerte (strong AIs) establezca sus
propios objetivos”. Su tranquilizadora receta es que “los gobiernos deben
trabajar junto al sector privado para limitar esos riesgos”.
Pero creo que quien mejor capta la
esencia de esta encrucijada del cambio epocal es Geoffrey Hinton, también
conocido como el “padrino de la IA” y hasta el mes pasado vicepresidente de
Ingeniería de Google. “Me fui para poder hablar sobre los peligros de la IA,
sin tener en cuenta cómo esto afecta a Google”, explicó.
En su opinión –que es, a su vez,
fascinante y escalofriante– “es posible que la humanidad sea solo una fase
pasajera en la evolución de la inteligencia, y que en unos cientos de años más,
ya no haya personas sobre el planeta, solo inteligencia artificial”.
Es decir, si alguna vez nos creímos el centro
del universo y con la ciencia aprendimos que apenas somos una mancha en un
rincón periférico de la galaxia; y si también nos creímos una especie
excepcional en la evolución de las especies, ahora pareciera que debemos
abrirnos a la posibilidad de que no solo somos una mota en el universo, sino
que ni siquiera éramos nosotros quienes realmente evolucionaban, sino la
inteligencia. Y esta última, para su (aparentemente imparable) evolución no
requiere ya de la biología (o sea, de nosotros). No es la especie, es la
inteligencia la que evoluciona. Sin darnos cuenta, presenciamos una evolución
que ya no necesita de la biología.
“Ni de los sentimientos”, agregarían
Yann LeCun, director de investigación en inteligencia artificial de Meta, y el
famoso historiador, Yuval Noah Harari, quienes recientemente sostuvieron un
interesante diálogo acerca de este desafío epocal que la IA, especialmente la
generativa, implica para nuestro presente y nuestro futuro. “En la evolución
humana, conciencia e inteligencia han ido siempre de la mano; resolvemos
problemas involucrando sentimientos. Pero pudiera ser que haya otras rutas para
la evolución de la inteligencia”.
Pudiera ser… Tal como dice Geoffrey
Hinton, esto avanza tan rápido que no logramos proyectar ni anticipar nada, más
allá de tres a cinco años. “Es como estar en medio de la neblina”, metaforiza,
“ves solo unos pocos metros del camino, más allá de ello... la incógnita”.
Entonces –podríamos replicar– leamos más
ciencia ficción para despejar esa neblina y comprender hacia dónde vamos y qué
nos espera. Porque, finalmente, parece ser que no fue ni la ciencia ni los
científicos, sino la ficción científica y los escritores quienes vislumbraron
con décadas de anticipación el curso abismal y abismante de nuestra evolución.