Por Noticias del Vaticano
Antes del rezo del Ángelus de este
domingo 1 de septiembre, el papa Francisco nos invita a no reducir nuestra
relación con Dios a gestos exteriores si luego, en nuestro interior,
despreciamos a los pobres o nos comportamos deshonestamente en nuestro trabajo.
No sirve de nada hacer “un poco de voluntariado”, y luego chismear “sin piedad
de todo y de todos”, dijo.
Este es el mensaje que el papa Francisco
dirige a todos los cristianos comentando el pasaje del Evangelio de Marcos,
incluido en la liturgia, en el que se relata que algunos escribas y fariseos,
estrictos observantes de esas normas, acusan a Jesús de permitir que sus
discípulos tomen alimentos “con manos impuras, es decir, sin lavar”. Entonces
el Maestro aprovecha la ocasión para invitarles a reflexionar sobre el
significado de la “pureza”, y les explica que “no está ligada a ritos externos,
sino ante todo a disposiciones interiores”.
Para ser puro, por tanto, no es
necesario lavarse las manos varias veces, si luego se albergan malos
sentimientos como la avaricia, la envidia y el orgullo, o malas intenciones
como el engaño, el robo, la traición y la calumnia.
Se trata de un ritualismo, aclara el papa,
que no hace crecer en el bien, es más, a veces puede llevar a descuidar, o
incluso a justificar, en uno mismo y en los demás, opciones y actitudes
contrarias a la caridad, “que hieren el alma y cierran el corazón”. Y esto
también es importante para nosotros hoy.
No se puede, por ejemplo, salir de la
santa misa y, ya en el patio de la iglesia, pararse a chismorrear malvada y
despiadadamente sobre todo y sobre todos. O mostrarse piadoso en la oración,
pero luego en casa tratar a los propios familiares con frialdad y desapego, o
desatender a los padres ancianos, que necesitan ayuda y compañía.
O también, continúa Francisco, ser en
apariencia “muy correctos con todos, tal vez incluso haciendo un poco de
voluntariado y algunos gestos filantrópicos, pero luego por dentro cultivar el
odio hacia los demás, despreciar a los pobres y a los últimos, o comportarse
deshonestamente en el propio trabajo”.
De este modo, la relación con Dios se
reduce a gestos externos, y en el interior se permanece impermeable a la acción
purificadora de su gracia, permaneciendo en pensamientos, mensajes y
comportamientos desprovistos de amor.
No, continúa el pontífice, estamos
hechos “para la pureza”, la ternura y el amor.
Preguntémonos, pues: ¿vivo
mi fe con coherencia? En mis sentimientos, palabras y obras, ¿concreto en mi
cercanía y respeto a los hermanos lo que digo en la oración? Nuestra oración a
María, Madre purísima, es que “nos ayude a hacer de nuestra vida, en el amor
sentido y practicado, un culto agradable a Dios”.