Ciudad del Vaticano, julio de 2025. El papa León XIV celebra su primera misa con los fieles de Castel Gandolfo en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, ubicada en la plaza principal de la localidad. En su homilía, centrada en la parábola del buen samaritano, invitó a reconocer como “prójimo” a todo aquel que encontramos en el camino de la vida, sin importar su nacionalidad o religión.
“A veces
nos contentamos solamente con hacer nuestro deber o consideramos como nuestro
prójimo solo a quien es de nuestro círculo, a quien piensa como nosotros, a
quien tiene la misma nacionalidad o religión; pero Jesús invierte la
perspectiva presentándonos un samaritano, un extranjero y herético que se hace
prójimo de aquel hombre herido. Y nos pide que hagamos lo mismo”. Con estas
palabras, el papa León XIV ha recordado esta mañana, durante su homilía
pronunciada en la primera misa que celebra en la parroquia de Santo Tomás de
Villanueva en Castel Gandolfo, que el relato de la parábola del buen samaritano
sigue desafiándonos también hoy, interpela nuestra vida y sacude la
tranquilidad de nuestras conciencias adormecidas o distraídas. Y no solo, León
XIV ha recordado que esta parábola, además, “nos provoca contra el riesgo de
una fe acomodada”.
La
compasión va acompañada siempre de una mirada empática
La
compasión está en el centro de esta parábola y lo primero que el sumo pontífice
subraya es la mirada: “La mirada hace la diferencia, porque expresa lo que
tenemos en el corazón: se puede ver y pasar de largo o bien ver y sentir
compasión”. De hecho, para el papa existen dos tipos de mirada “hay un modo de
ver exterior, distraído y apresurado, un modo de mirar fingiendo que no se ve,
es decir, sin dejarnos afectar ni interpelar por la situación; y hay un modo de
ver, en cambio, con los ojos del corazón, con una mirada más profunda, con una
empatía que nos hace entrar en la situación del otro, nos hace participar
interiormente, nos toca, nos sacude, interroga nuestra vida y nuestra
responsabilidad”.
León XIV
explica –ante miles de fieles presentes en la parroquia de Castel Gandolfo– que
la parábola del buen samaritano nos habla de la mirada que Dios ha tenido hacia
nosotros, “para que también nosotros aprendamos a tener sus mismos ojos, llenos
de amor y compasión hacia los demás” y recuerda las veces que el papa Francisco
nos dijo que “Dios es misericordia y compasión” y que Jesús “es la compasión
del Padre hacia nosotros” convirtiéndose “en el buen samaritano que vino a
nuestro encuentro”.
La
parábola nos desafía a dejarnos transformar por la compasión
“¿Qué
hacemos nosotros? ¿Vemos y pasamos de largo, o nos dejamos traspasar el corazón
como el samaritano?” ha preguntado el pontífice a los miles de fieles presentes
en la parroquia, para después recordar que la parábola nos desafía también a
cada uno de nosotros “por el hecho de que Cristo es manifestación de un Dios
compasivo”: “Creer en Él y seguirlo como sus discípulos significa dejarse
transformar para que también nosotros podamos tener sus mismos sentimientos; un
corazón que se conmueve, una mirada que ve y no pasa de largo, dos manos que
socorren y alivian las heridas, los hombros fuertes que se hacen cargo de quien
tiene necesidad”.
Después,
el pontífice cita una frase de Benedicto XVI que explica perfectamente el
concepto de ser samaritano: «el samaritano no se pregunta hasta dónde llega su
obligación de solidaridad ni tampoco cuáles son los méritos necesarios para
alcanzar la vida eterna. Ocurre algo muy diferente: se le rompe el corazón».
Hoy se
necesita una revolución del amor
León XIV
lo ha expresado alto y claro: “Hoy se necesita esta revolución del amor. Ver
sin pasar de largo, detener nuestras carreras ajetreadas y dejar que la vida
del otro, sea quien sea, con sus necesidades y sufrimientos, me rompan el
corazón”. Para León XIV es esto lo que nos hace prójimos los unos de los otros,
genera una auténtica fraternidad, derriba muros y vallas, porque hoy, ese
camino que desciende de Jerusalén a Jericó “es el camino que recorren todos
aquellos que se hunden en el mal, en el sufrimiento y en la pobreza; es el
camino de tantas personas agobiadas por las dificultades o heridas por las
circunstancias de la vida; es el camino de todos aquellos que “se derrumban”
hasta perderse y tocar fondo; es el camino de tantos pueblos despojados,
estafados y arrasados, víctimas de sistemas políticos opresivos, de una
economía que los obliga a la pobreza, de la guerra que mata sus sueños y sus
vidas” concluye el santo padre.