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Title: Qué triste se oye la lluvia en los techos de cartón; qué lejos pasa la esperanza
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EL MURO DE SAN JUAN Qué triste se oye la lluvia en los techos de cartón; qué lejos pasa la esperanza Por: Ervin San Juan ...
EL MURO DE SAN JUAN

Qué triste se oye la lluvia en los techos de cartón; qué lejos pasa la esperanza



Por: Ervin San Juan

Son versos de una canción que vienen a mi mente a esta hora de la mañana. No es insomnio; lo que me tiene frente al computador es escuchar el sonido al caer la lluvia e imaginar nuestras lágrimas del alma, junto al sollozo del Creador, al ver la negativa de un gobierno que parece que perdió el rumbo al no encontrar la brújula para ayudar o los más vulnerables en esa crisis.

Ante tal apatía de este desgobierno, la solidaridad y el amor entre chapines nos acercan al sufrimiento de aquellas personas que perdieron sus trabajos, sus negocios, salvo la esperanza de poder mejorar y de encontrar el apoyo solidario del chapín, o de tantas instituciones que, lejos o cerca, saben que compartir beneficia a todos.

Sin embargo, el gobierno de turno, manejando argumentos como las dificultades técnicas o burocráticas para hacer llegar la ayuda, solo se ha ganado el descrédito y la desconfianza; pero no soy negativo, a pesar de la “pantalla” de esperanza que pretenden vender, no; oro porque los gobernantes encuentren esa guía, esa dirección, que se desprendan de la avaricia, codicia y mezquindad… que el dolor pueda más que la corrupción, de ver al pueblo guatemalteco que grita en silencio ante la desesperanza.

Apatía es ver a un médico, enfermero, anestesiólogo, técnico laboratorista, licenciado, neumólogo, y todos aquellos que están al frente de un hospital velando por la salud y la vida de nuestros hermanos víctimas del Covid-19, que reclaman sus derechos; también están en su derecho. ¿Acaso no son humanos, acaso no tienen necesidad, acaso no tienen familia… acaso no están en juego sus vidas al estar al frente del “campo de batalla”?

Los hospitales, lejos de ser un centro donde los enfermos vean una esperanza, infunden pánico, no hay insumos de protección para el personal, menos habrá medicinas; la alimentación está en duda.

En las últimas semanas se vieron “brillar” millones (Q) en donaciones, pero hoy ese “brillo” es la oscuridad sobre la vida de personas, comunidades y regiones enteras. Es lamento o laceración; es hambre que desgasta y permite primero el llanto, para después envolver el cuerpo en lágrimas y debilidad, que impide incluso el gemido.

Pero, además, está demostrado que la solidaridad está siendo al revés. Por cada donación que está llegando a un hogar, por esa “solidaridad” de ayuda en los servicios básicos, está creciendo siempre el abismo de la pobreza.

Era el momento de acercarse a la vida, no de presuponer dobles intenciones en "su gobierno". Acompañar a quienes, en medio de la noche, sienten una ola de esperanza y ansia de vivir, hubiera sido una hermosa oportunidad. El gobierno ha renunciado a ella, tal vez aferrado a la nube que su mayoría les da. O, posiblemente, mostrando su rostro real.

El dolor de cerca y de lejos nos interpela; pide que algo cambiemos en nuestra vida y en la política. Pide participación y acompañamiento. La lluvia cesa, y ojalá los gobernantes cesen esta apatía y desgobierno, y puedan encontrar la brújula de la dignidad y la sabiduría por el bien de todos.

Nada está perdido. ¡Ánimo, Guatemala! Yo sigo confiando en el Altísimo, y mis oraciones para nuestros gobernantes.

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