La sequía golpea Marruecos y
el 40% de sus palmeras está en peligro. La mayoría de sus hojas amarillean,
señal de falta de agua. A los pies de las montañas del Atlas y en medio del
desierto está la mayoría de palmerales del país y bajo su sombra crecen olivos,
cebada y otros cultivos que ahora escasean.
Hace meses que no llueve y
la sequía afecta a los caudales de ríos, ahora secos y con el suelo agrietado,
así como a pozos en los que no queda ni gota de agua. Algunos están ya
abandonados.
La extrema ola de calor,
inusual en primavera, está secando aún más los palmerales en un país en el que
las palmeras datileras son una gran fuente de ingresos. En Marruecos, el dátil
se consume en grandes cantidades durante el Ramadán y en otras celebraciones
importantes.
"Durante los últimos
cinco años hemos sufrido mucho. Ha habido muchas restricciones y la poca agua
potable que había era de mala calidad", se queja un profesor del lugar.
La sequía también está provocando
que las comunidades locales emigren a las grandes poblaciones. En la región del
Valle del Draa, en el sur de Marruecos, vive una importante población nómada,
dedicada a la agricultura y ganadería.
Las últimas cosechas han
sido malas y, apenas tienen recursos, menos aún para comprar una lavadora.
"Los últimos años han sido muy malos", cuenta Fátima, una mujer que
suele ir a lavar la ropa unas cuatro veces a la semana.
Muchos palmerales marroquís
están en vías de extinción. Sin embargo, estos ecosistemas, en medio del
desierto, son imprescindibles, ya que gracias a su humedad los dátiles pueden
crecer.