El papa Francisco reflexionó previo al
Ángelus dominical de este 10 de septiembre, sobre el concepto “corrección
fraterna”, asegurando que es una de las expresiones más grandes del amor, y
también una de las más exigentes: “Cuando un hermano en la fe comete una falta
contra ti, tú, sin rencor, ayúdalo corrigiéndolo”.
El santo padre indica que según nos
enseña Jesús, ha advertido de la “plaga de las habladurías”: “Por desgracia, lo
primero que se suele crear en torno a quien se equivoca son habladurías, en las
que todos se enteran del error, con todos los detalles, ¡menos la persona
afectada!
“Esto no está bien y no agrada a Dios”,
y no se cansa de repetir que “los chismes son una plaga en la vida de las
personas y de las comunidades, porque traen división, sufrimiento y escándalo,
y nunca ayudan a mejorar y a crecer”. A continuación, los pasos que propone su
santidad cuando un hermano nos ha ofendido:
En primer lugar, hablar cara
a cara con mansedumbre y amabilidad
Tras advertir de “las habladurías”, ha
explicado cómo comportarse con el hermano que ha cometido la falta contra
nosotros, según nos enseña Jesús: "Si tu hermano comete una falta contra
ti, ve y repréndelo entre tú y él a solas". Lo primero que nos pide hoy
Francisco es:
Hablar cara a cara, lealmente, para
ayudarlo a entender en qué se equivoca. “Hazlo por su bien, superando la
vergüenza y encontrando el verdadero valor, que no es hablar mal de él a sus
espaldas, sino decirle las cosas a la cara con mansedumbre y amabilidad”,
explica el pontífice.
Si no funciona, buscar ayuda
en otras personas cercanas
A veces este paso puede ser suficiente,
pero en otras ocasiones, no. Por tanto, si nuestro hermano aún “no entiende”,
el papa aconseja “buscar ayuda” en otras personas: “Pero, ¡cuidado! ¡No la del
grupito que chismea! Jesús dice: "Toma contigo una o dos personas",
refiriéndose a personas que realmente quieran ayudar a ese hermano o hermana
que ha errado”.
¿Y si sigue sin entender?
Si después de estos pasos nuestro
hermano sigue sin entender, entonces nos queda el último cartucho: la
comunidad. Pero también en este caso, el obispo advierte: “No se trata de poner
a la persona en la picota, de avergonzarla públicamente, sino de unir los
esfuerzos de todos para ayudarla a cambiar”.
El líder católico explica que “señalar
con el dedo a las personas no es bueno; de hecho, a menudo hace más difícil que
quien se ha equivocado reconozca su propio error”. Más bien, la comunidad debe
hacerle sentir a él o a ella que, al tiempo que condena el error, “le está
cerca con la oración y el afecto, siempre dispuesta a ofrecer el perdón y a
empezar de nuevo”.
“Que María, quien siguió amando incluso
cuando escuchaba a la gente condenar a su Hijo, nos ayude a buscar siempre el
camino del bien”, es el deseo final del santo padre.