Vatican
News,
29 de septiembre de 2024. El diálogo con los periodistas en el vuelo de regreso
de Bélgica: Francisco habla del atentado que mató a Nasrallah causando
numerosas víctimas, destacando su desproporcionalidad, repite su condena al
aborto, llamando “asesinos” a los médicos que lo practican, y ensalza el
testimonio cristiano del rey Balduino que dimitió para no firmar la ley
abortista.
El papa Francisco regresa a Roma:
finaliza su 46° Viaje Apostólico del 26 al 29 de septiembre en Luxemburgo y
Bélgica, y da “gracias por los gestos de hospitalidad y fraternidad”.
La mujer tiene derecho a la vida: a su
vida, a la vida de sus hijos. No olvidemos decir esto: un aborto es un
asesinato. La ciencia te dice que en el mes de la concepción ya están todos los
órganos... Matas a un ser humano. Y los médicos que se prestan a esto son –permítanme
la palabra– sicarios.
Son sicarios. Y eso no
se puede discutir. Se mata una vida humana. Y las mujeres tienen derecho a
proteger la vida. Otra cosa son los métodos anticonceptivos. No hay que
confundir. Ahora hablo solo del aborto. Y eso no se puede debatir. Discúlpenme,
pero es la verdad, dijo el líder religioso.
En conferencia de
prensa en el vuelo de Bruselas a Roma, el pontífice mencionó: Todos los días
llamo por teléfono a la parroquia de Gaza. Están allí, parroquia y colegio, más
de 600 personas, y me cuentan las cosas que pasan, incluso las crueldades que
ocurren allí.
La defensa debe ser
siempre proporcional al ataque. Cuando hay algo desproporcionado muestra una
tendencia dominante que va más allá de la moral. Un país que con sus fuerzas
hace estas cosas –me refiero a cualquier país–, que hace estas cosas de forma
tan “superlativa”, son acciones inmorales.
El llamamiento de su
santidad en favor de las tierras devastadas por la guerra y el Líbano. Apremiante
llamamiento de Francisco de un alto el fuego inmediato en Líbano, Gaza, el
resto de Palestina.
El sumo pontífice, que
sigue “con dolor y gran preocupación” la ampliación e intensificación del
conflicto en el Líbano, no se cansa de expresar su firme deseo de que se
resuelvan los conflictos en el mundo, que ahora se ha convertido en un
polvorín. Fueron sus palabras al final de la celebración eucarística con Beatificación
en el Estadio Rey Balduino, en Bruselas, al final de su 46° viaje apostólico.